Todo empezó como el sueño de un joven llamado Andrés Alberto Alliendes Herrera, oriundo de Zapallar, quien se instaló en la ciudad de Quillota, después de realizar una visita a algunos parientes, ocasión en que fue cautivado por la ciudad, eligiéndola como el lugar para armar su vida y cumplir sus anhelos.
Fueron 25 años de su vida los que Andrés le dedicó a la Confitería París, su negocio personal que, a pesar del trabajo y el esfuerzo que significó, le dio grandes alegrías. En ese lugar logró ser independiente, que fue el sueño de toda su vida laboral, y fue ese el trabajo que le permitió comprar esta casona que hoy, casi 50 años después, es conocida como Barrio San Martín.
Junto a su esposa, Ester Rocco, tuvieron dos hijos: Andrés y Verónica, quienes vivieron y fueron parte desde la etapa de remodelación y construcción de su casa desde los cimientos, hecho que aseguran, les ayudó a valorar todo de una forma distinta.
“Ese lugar fue construido, remodelado con nosotros ahí. La historia de la casa fue con nuestro esfuerzo personal, en el que todos colaboramos para lograrlo. Hay una experiencia de vida distinta a comprar una casa que ya está hecha”
Andrés hijo
A su padre lo describen como un hombre culto, muy interesado por estar siempre informado, amante de la lectura y muy consciente del valor de la familia, por lo que la casa no sólo fue el lugar que los acogió cómodamente durante tantos años, sino que también se transformó en un lugar de encuentro para todos quienes allí encontraban el calor de un hogar.
“Para mí, esa casa es la mejor época de mi vida. Son los recuerdos de los juegos, de niños, alegría, color, música. Muchas personas que van dicen: “¡Uy!, ésta es como una casa del sur”. Las esencias que hay ahí evocan recuerdos en las personas que la visitan, lo que ha hecho que nunca se pierda el origen de este sueño cumplido de mi papá”, dice Verónica.
Tantos buenos recuerdos con los amigos, conversaciones de sobremesa acerca de libros y música, además de inolvidables anécdotas, permitieron que la casa se fuera llenando de historia. Misma historia que, tras la muerte de Andrés padre, su familia no quiso dejar sólo en los recuerdos, y por lo mismo, hoy Barrio San Martín está impregnado de lo que ha sido la vida de la familia Alliendes Rocco.
“Fue enriquecedor vivir ahí, fue un lugar facilitador, inolvidable, hay muchos recuerdos de nuestra historia, buenos y malos”, asegura Andrés.
Verónica fue quien decidió hacerse cargo de la casa y transformarla en un lugar de encuentro, donde el acento está puesto en el arte y la cultura, en torno a en un espacio acogedor y agradable.
Así nace, “Casa de las Artes” en el Barrio San Martín que busca contribuir a conformar una sociedad sensible, consciente y participativa a través de las diversas manifestaciones artísticas y culturales”.
Su trabajo ha sido motivo de orgullo para la familia completa, ya que ha sabido rescatar los orígenes, la historia y los momentos que los hicieron tan felices en aquellos años.
“Yo estoy feliz de que la Vero se haya hecho cargo. Ella siempre logra todo lo que se propone. Confiamos plenamente, es busquilla, y estamos muy felices con su trabajo”, comenta su madre Ester.
“Se respira algo especial, hay una historia desde la madera, del palo, del roble. Se rescata un poco lo que es Quillota, da un aire distinto. Amigos nuestros de esa época quedan maravillados de que la casa permanece a pesar del paso de los años”, añade Andrés.
La hija mayor de Verónica, Andrea La Rivera, ha visto de cerca cómo el esfuerzo y trabajo duro han permitido que hoy los sueños familiares vayan cumpliéndose. Describe a su madre como una persona que siempre está innovando, que crea nuevos proyectos con facilidad y que trabaja arduamente para concretarlos. Su energía interna es clave para los logros.
“Para mi mamá, este proyecto es su hijo, con eso va a terminar sus días y la idea es continuar. Tengo súper claro que el día de mañana, si mi mamá no está, me tengo que hacer cargo yo, o sea, lo supongo”, apunta Andrea.
Al parecer, el sueño de Andrés Alliendes está cumplido: la casa no sólo fue el lugar que acogió a su familia durante tantos años, sino que hoy en día se ha convertido y ha permanecido como un lugar de encuentro para todos los quillotanos que busquen una experiencia única con aires de antaño.